El radar es, con bastante seguridad, uno de los mayores temores de los conductores, pero poco se sabe de su origen. ¿Quién lo inventó?
Maurice Gatsonides nació en 1911 en Gombong , Java . La isla, perteneciente a Indonesia en la actualidad, era, en esos tiempos, una colonia holandesa. Al parecer, Gatsonides era un niño bastante manitas, además de un poco temerario, lo que le llevó a convertirse en piloto de aviones en 1935 para, tiempo después, dedicarse de lleno a su pasión: las motos. Ganó premios como el mítico Rally de Montecarlo en la edición de 1953 (a los mandos de un Ford Zephyr).
Fuer en su etapa como piloto de motos (mundo en el que le conocían como «Maus») en la que empezó a aficionarse realmente a la velocidad, y a estudiar distintos métodos con los que ganar kilómetros a los minutos. Maus observó que lo primero que debía conseguir era mediar la velocidad a la que llegaba en un punto concreto del recorrido, para lo qeu empezó a crear la primera cámara de control de velocidad. FInalmetne, optó por aprovecharse del famoso efecto Doppler y del ya inventado radar, pero se encontró con el problema de que necesitaba algo más que la velocidad de un cuerpo en movimiento. Por eso, para comprobar la capacidad máxima a la que era capaz de trazar una curva, conectó una cámara fotográfica al radar. Finalmente, y tras muchas pruebas, logró patentar la primera cámara de velocidad.
Un radar para aumentar la velocidad
Así pues, el fin primero del primer radar inventado no era evitar que se superara una velocidad determinada, sino lograr aumentar la velocidad del vehículo. Tanto fue así, que cuando, pocos años después, se extendió su uso, el mismo Maus fue «víctima» en varias ocasiones del flash de los radares, aunque eso no suponía un problema para él: cuantos más radares se instalasen, cuantas más multas pudieran, más dinero ganaba él por su invento.
No es la primera vez en la historia que se inventa algo cuando lo que se buscaba era exactamente lo contrario. A veces es por casualidad (que se lo digan a Marie Curie), y otras simplemente por accidente. Pero en este invento en concreto, llama la atención que se lograse exactamente lo contrario de su fin primero. Y, casualidades de la vida, tanto el inventor como los compradores han terminado lucrándose con él.
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