Las bicicletas de alquiler de las grandes ciudades han ayudado a alimentar un tipo de conducta que está relacionada muy directamente con el incremento de multas en bici de los jóvenes y la ingesta de alcohol. Un transporte que se utiliza con frecuencia los fines de semana con el fin de sortear los controles de alcoholemia después de la fiesta.
A las bicicletas eléctricas los jóvenes les han sacado una nueva utilidad de cara al fin de semana. Éstas sirven lejos del ideal de transporte sostenible para el que están pensadas, como medio de transporte de los jóvenes para no tener que utilizar el vehículo si han bebido y de esta forma no caer en elevadas multas de tráfico al creer que de esta forma es más sencillo sortear los controles de alcoholemia.
Un comportamiento que en la actualidad dada su frecuencia es perseguido durante los fines de semana por los agentes y para el que los castigos ascienden a multas de hasta 1.000 euros. Una práctica alimentada en la creencia de que los controles de alcoholemia y de drogas no son para las bicicletas y resultar esta idea totalmente equivocada al funcionar de igual manera esta vigilancia que para el resto de vehículos.
Bicicletas eléctricas para esquivar multas y controles de alcoholemia
El perfil de estos jóvenes que han aumentado exponencialmente los índices de multas en bici, resulta fácil de encuadrar: jóvenes que salen durante el fin de semana, beben durante toda la noche y finalmente al regresar a su casa realizan este recorrido con bicicletas eléctricas para no coger el coche y creer que así podrán esquivar los controles de alcoholemia y drogas. Una peligrosa moda tal como recoge un reportaje del ‘Programa de Ana Rosa’, que minimiza los peligros y riesgos que suponen las bicicletas, así como las consecuencias que un atropello por parte de éstas puede tener en un peatón.
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